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¿Cómo nos cuidamos en casa?

Número 142, Septiembre-Octubre 2015

Cuando es toda una tribu la que te cuida.

En estos tiempos, como nunca, está cada vez más de actualidad el tema de la crianza y las distintas corrientes que enfrentan a unos y a otros.

Cristina Ruiz Fernández    
Hay un auge que promueve la vuelta a lo biológico –lactancia natural prolongada, parto con dolor, “colecho”– y, por otro lado, hay colectivos que defienden un modelo de maternidad –biberón, guardería, método Estivill– más “externalizado”, por definirlo de algún modo…

Personalidades expertas de una y otra corriente se lanzan los trastos a la cabeza. Colectivos de madres, grupos de presión, blogueras y feministas de una y otra corriente lanzan enfervorecidos posts y comentarios en la red. No se trata aquí de tomar partido por una corriente o por otra. Más bien se trata de preguntarse cómo encontrar el término medio entre dos corrientes tan antagónicas. Cómo seguir teniendo en el centro los cuidados y a las personas, al tiempo que apostar por la igualdad entre hombres y mujeres. Cómo intentar criar niños y niñas felices en el marco de familias que sean, también, lo más felices posible.

En ese intento de encontrar una vía intermedia está Carolina del Olmo, licenciada en Filosofía y autora del libro ¿Dónde está mi tribu? Para ella el foco está en cómo, durante las últimas décadas, se ha impuesto el individualismo en la maternidad al igual que en tantos otros aspectos de la sociedad. En casi todas las áreas de la vida pareciera que los problemas son de cada individuo en lugar de ser colectivos y que, por tanto, es sólo el individuo quien tiene que resolverlos. “Todo conspira para que la crianza se viva de una manera individual y mi intención es mirar qué pasa cuando observas el exterior y dejas de centrarte en la pareja madre-hijo”, afirma Del Olmo.

Su propia vivencia de la maternidad fue lo que la llevó a esta teoría. La experiencia de horas de soledad hasta que llegaba su pareja del trabajo. “Y eso que mi chico no volvía tan tarde, pero se me hacía eterno”, aclara. A eso se sumó que, durante los primeros meses, su hijo no dormía bien, pero no le convencía ninguna de las soluciones que le ofrecían. Dejarle llorar hasta la extenuación o llevarlo a la cama con sus padres, ninguna de las alternativas parecía adecuada y, al final, ella siempre se quedaba con la sensación de ser una madre débil o demasiado quejica.

El problema se solucionó cuando, durante las vacaciones, se fue a pasar una temporada con su familia. “Lo curioso es que mi hijo seguía durmiendo igual, pero yo me sentí más arropada, menos agobiada”, explica Del Olmo en una entrevista publicada con motivo del lanzamiento de su libro. “Un comentario jocoso de un familiar desdramatizando el tema era suficiente para que yo no lo viviera como el fin del mundo y conseguí darle menos importancia”.

La comunidad, la familia, la tribu
“La maternidad superbiológica es muy individualizante”, señala. La propuesta es, por tanto, ampliar el foco de los cuidados y facilitar que la crianza de los más pequeños vuelva a contar con el apoyo de un grupo humano amplio, de una tribu unida por lazos de afecto. “Una crianza fuera de los márgenes de colectividad es una crianza casi fallida, seguro”, afirma con rotundidad Del Olmo.

La propuesta entronca, en realidad, con ideas mucho más antiguas. Así lo reconoce, incluso, un proverbio africano: “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Y, en este mismo sentido, el escritor y filósofo español José Antonio Marina afirmaba hace algunos años que “todos somos responsables de la educación de los niños que se crían en nuestro grupo social y cada uno, desde su puesto en la sociedad, debe retomar su papel y enseñar a vivir". La familia amplia o, incluso, la comunidad o el vecindario, adquieren entonces un papel relevante. Para que esto sea posible, Carolina del Olmo recalca la necesidad de poner los cuidados en el centro de la organización social para, además, luchar contra el papel casi exclusivo que han tenido hasta ahora las mujeres en el cuidado tanto de las criaturas como de las personas ancianas o enfermas. “Si cuidar no es cosa de mujeres no es porque no sea asunto nuestro”, explica la autora en su artículo Radicalizar los cuidados, “sino porque es asunto de todos y todas”. “Todas las personas tendrían que poder cuidar de sus hijos, de sus mayores, de sus amigos y de sí mismos. Cuidar es un derecho que en esta sociedad se nos niega”. Las jornadas laborales interminables e inhumanas, la dificultad para conciliar los horarios y los problemas cotidianos para el reparto igualitario de las tareas domésticas convierten el cuidado en una carrera de obstáculos.

Ellos tienen mucho que decir Como avance en este campo, una de las figuras que ha experimentado una evolución en los últimos años es la de los hombres que comienzan a entender la paternidad de otra manera, asumiendo un papel cada vez más activo en la crianza de sus hijos e hijas. La extensión de los permisos de paternidad para ellos sería una de las herramientas que podrían reforzar esta tendencia y para ello lleva años luchando la Plataforma por los Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPiiNA). Desde la experiencia de los países nórdicos –donde los permisos por paternidad están equiparados a los de maternidad o, al menos, son mucho más extensos que en España–, esta plataforma defiende que ambos progenitores puedan contar con un período prolongado de baja remunerada para la crianza de sus bebés. Esto, además de mejorar las condiciones de acceso al mercado laboral de las mujeres jóvenes, serviría para aumentar la corresponsabilidad de todas las personas para cuidar y disfrutar de los más pequeños. En esta misma línea, se encuentra la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE). Hombres que, desde su masculinidad, defienden el derecho a “disfrutar de relaciones igualitarias, desde el respeto a la diversidad, en todos los ámbitos de nuestra vida familiar, reclamando nuestra implicación en las tareas domésticas, en el cuidado propio y de los seres queridos; también en las relaciones sociales y en la solución cooperativa de los conflictos.

De esta forma, la crianza dejaría de ser ese “feudo” femenino donde parece que sólo las madres pueden y deben tener las soluciones correctas para sus bebés. “La maternidad es un lugar que puede ser ocupado por cualquiera: madre biológica, padre biológico u otra persona”, es la polémica idea que defiende Carolina del Olmo y por la que ella también ha sido criticada. Cualquiera que ame incondicionalmente al niño o niña puede establecer lazos fuertes y cuidar de manera responsable y fructífera.

“¿Cómo es posible que, tantas veces a lo largo de la historia, el amor del padre no haya sido incondicional y cómo podemos conseguir que lo sea siempre y en todo momento?”, se pregunta la autora. “Porque el amor de una madre –sea madre o padre o lo que sea, es decir, el amor de la persona, hombre o mujer, que asume a fondo el cuidado de un niño– por supuesto que debe ser incondicional”. ¿Qué significa esto?, en palabras de Del Olmo “que ese amor no puede estar condicionado a si el crío sale listo o tonto, guapo o feo, gracioso o sosaina. Y es que de eso tratan los compromisos: de estar ahí aunque no te apetezca, de ‘amar’ aunque quizá pudieras desear que la persona a la que estás amando fuera de otro modo”. Un amor incondicional que compromete a la persona y que, por tanto, se extiende a toda la tribu. Un amor que podría cambiar nuestra manera de repartir y vivir los cuidados, no como una carga sino como un derecho y un deber, como el reconocimiento de nuestra propia vulnerabilidad e interdependencia. Todo un reto.

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