Comunicación saludable
Noviembre- Diciembre 2015
¿VOYEURISMO O DERECHO A INFORMAR?
Hace apenas un mes que la fotógrafa turca Nilüfer Demir tomó la decisión consciente de presionar el fotón de su cámara para inmortalizar a Aylan Kurdi, un niño refugiado sirio de tres años que se ahogó en su travesía de Turquía a las islas griegas y cuyo cuerpecito fue devuelto por las olas a una playa de Bodrum.
Por Raquel Miguel
La fotografía se convirtió en un fenómeno viral al tiempo que desató un debate sobre el papel, los límites y la ética de los medios de comunicación en medio de la tragedia. ¿Era necesario mostrar la foto del pequeño al mundo? ¿Constituyó un acto de voyeurismo o sirvió para despertar conciencias y mover a la acción?
La primera pregunta es para la fotógrafa. “Cuando me di cuenta de que no había nada que hacer para devolver a la vida a aquel niño, pensé que tenía que tomar su foto (…) para mostrar la tragedia”, contó la profesional de 29 años que trabaja para la agencia de noticias turca Dogan, a la emisora CNN en turco. “Espero que el impacto que esta foto ha creado ayude a lograr una solución”.
Morbo, vouyerismo y derecho a la intimidad
Fotografiar es de alguna manera un acto de robar. “Es un simulacro de posesión, un simulacro de violación”, decía la ensayista estadounidense Susan Sontag.
Y no siempre las intenciones coinciden con el efecto causado. La presidenta de la Federación de Asociaciones de Periodistas en España (FAPE) criticó la decisión de publicar la fotografía, pues en su opinión hubo “un cierto uso morboso”. “Es demasiado explícita”, señaló, aconsejando a los medios que fueran “más cuidadosos”.
También la agencia de la ONU para la infancia (Unicef) en España destacó en declaraciones a medios españoles la necesidad de anteponer siempre el interés superior del niño y preservar su identidad.
Sin embargo, en el mundo de la globalización y las redes sociales es muy difícil frenar una poderosa imagen. Las consideraciones éticas y el derecho a la intimidad del menor y de su familia o incluso la posibilidad de herir la sensibilidad del lector no lograron parar la difusión inmediata de la instantánea, compartida por millones de personas en Internet casi de inmediato con el hashtag #KiyiyaVuranInsanlik (La humanidad que naufraga). Y la mayoría de los medios en España se sumaron al carro, aunque no sin controversia previa.
En defensa de la crudeza: una declaración contra la guerra
Fueron muchos quienes defendieron la necesidad de publicar la foto alegando que no se gana nada con esconder la realidad. Como dijo el famoso fotógrafo de guerra estadounidense James Nachtwey: “Una foto que muestra la verdadera naturaleza de la guerra es una declaración contra ella”.
Así lo creyó el diario “El Mundo”, que defendió su publicación al considerar que “la guerra es esta imagen”. También el diario “La Vanguardia”, decidió publicar la foto alegando que “muestra una realidad que no se puede esconder”. “Es muy cómodo mirar para otro lado”, señalaba también Álvaro Ybarra, colaborador del diario ABC. Sin embargo ese diario la relegó a segunda página para no herir la sensibilidad de los lectores.
También para Ana Azurmendi, profesora de Derecho de la Comuniación de la Universidad de Navarra, “prima la fuerza informativa” y la necesidad de acercar una realidad al lector. Además considera que la imagen no es sensacionalista ni amarillista, sino que “revela inocencia, vulnerabilidad, aislamiento” y queda suavizada por el gesto de ternura del policía, que en una de las instantáneas carga en brazos al pequeño.
Los efectos: símbolo de la tragedia
Fuera cual fuera la decisión lo cierto es que el efecto fue unánime: Aylan y su historia -su hermano de cinco años y su madre también murieron en el naufragio- se convirtieron en un símbolo de la tragedia siria y sacudieron conciencias, pues la cercanía de donde fue tomada recordaba también la responsabilidad e inacción de Europa.
¿Pero qué tenía esta foto para conmocionar más que otras? Los expertos han apuntado varias razones: primero, la postura de Aylan se asemeja a la de un niño cuando duerme y la placidez que transmite la fotografía hace que contraste aún más con el horror. La foto no incomoda pero al mismo tiempo es durísima e implica directamente a los espectadores acomodados en una tragedia de la que la opción más sencilla es distanciarse.
Para Gervasio Sánchez, uno de los fotoperiodistas más conocidos de España, la diferencia es que este niño tiene nombre y apellidos y tiene una historia, y no se reduce a un mero número al que solemos reducir a las víctimas de un conflicto. Para otros, el hecho de que sea un niño de piel blanca y bien vestido ha hecho que muchos ciudadanos vean en Aylan a sus propios hijos y se identifiquen aún más con la tragedia.
Una comunicación ética y humanizadora para la denuncia
¿Qué requisitos pues debe cumplir una comunicación para ser ética y humanizadora? La ponderación y equilibrio entre el derecho a informar y el derecho a la intimidad no es siempre fácil de calibrar. La búsqueda de morbo no siempre es evidente y depende muchas veces de las interpretaciones personales. En cualquier caso, el respeto a la víctima y evitar ahondar en detalles de la esfera demasiado íntima es fundamental, coinciden los expertos.
Otro factor importante es el efecto denuncia que una fotografía o información puede tener. Conviene recordar que días después del caso Aylan, las imágenes tomadas en la frontera entre Serbia y Hungría sirvieron para denunciar las agresiones de una periodista local a los refugiados que llegaban. Una injusticia que quedó inmortalizada gracias a las cámaras.
Sin embargo, muchos advierten de que pese al gran impacto que tuvo, la foto del pequeño Aylan caiga pronto en el olvido. El ser humano es capaz de pasar página con vertiginosa rapidez a la vergüenza más profunda.