Con ternura cambia el mundo
Noviembre - Diciembre 2023
"Ternura en la relación asistencial"
El diccionario de la RAE define ternura como sentimiento de cariño entrañable. Cuando analizamos estas tres palabras sentimiento, que se define como hecho o efecto de sentir o sentirse; cariño, inclinación de amor o buen afecto que se siente hacia alguien o algo; y entrañable como íntimo, muy afectuoso, apreciamos la hondura de lo que significa la ternura, pero sobre todo lo supone de trabajo, de praxis. Podemos decir que la ternura y su ejercicio es una idea fuerza que mueve al ser humano en toda su extensión.
La ternura y el ejercicio de la ternura implica algo que se siente, desde lo más íntimo de la persona y que se dirige hacia otra persona. Y esto es así por el reconocimiento de la constitución estructuralmente vulnerable del ser humano. Nos identificamos con la vulnerabilidad del otro, nos reconocemos hechos de la misma materia que es frágil. Por esta identidad no podemos endurecer nuestro corazón ante las necesidades y peticiones de la otra persona.
Aprendemos a mirar al otro y mirarnos desde la vulnerabilidad y el desvalimiento, y es en esta mirada, en la vamos construyendo el aprendizaje del cuidado en palabras de Leal Rubio.
Podemos añadir que si la vulnerabilidad tiene su etiología en vulnus, herida, la manera de taponar, restañar esa herida es la caricia, el contacto, en palabras del Prof. Torralba, pues allí se pone de relieve la proximidad ética y el respeto hacia el otro. Así lo reconocemos desde la botica de San Camilo, cuando se prescribe ternuril, dispensado en forma de apósitos para el cuidado diario y preventivo, y su efecto terapéutico viene dado por el amparo que proporciona (Leal Rubio, 2021), pero como buen fármaco no tiene solo efecto sobre el órgano diana al que se dirige, sino que tiene un efecto sistémico puesto que abre el recorrido de la empatía, el miramiento y el buen trato como base de la constitución ética del sujeto o del sujeto ético en palabras de Leal Rubio; como buen apósito supone la protección frente a la carencia o el estado de indefensión.
Dimensión social de la ternura
Si la ternura es la condición para tratar la vulnerabilidad de los sujetos, supone que no se queda solo en la relación interpersonal, sino que se expande, aprovecha todos los poros permeables, se extiende como los líquidos ocupando todos los espacios posibles. Líquido que debe impregnar todo el entramado de las relaciones sociales e interpersonales.
Así nos lo indica García Férez cuando establece dos tipos de ternura, la personal, que incluye la ternura natural, la sensual, la solidaria, etc y la institucional, que integra la organizacional, la multicultural, la funcional, etc. Y podemos entender la permeabilidad de ambos tipos de ternura y la retroalimentación que se produce entre amabas.
Los sanitarios y la ternura
Para los sanitarios esta forma de entender el cuidado es, o debe ser, especialmente significativa. Pero pocas veces lo entendemos y sobre todo lo desarrollamos, porque tenemos grandes hándicaps para ello.
El primero es la propia formación de los sanitarios. Formación muy dirigida a la resolución de los problemas que presenta el enfermo, entendido como el conjunto de síntomas y síndromes que suponen un desarreglo orgánico y que, por tanto, hay que poner todo el conocimiento y la ciencia para restablecer este orden alterado. Así la formación de los sanitarios se centra, fundamentalmente, en los elementos más científicos del conocimiento del cuerpo humano y sus alteraciones. Estos conocimientos son los que generan las competencias para poder ejercer científicamente la profesión médica o de enfermería. Son por ello conocidas como competencias “duras”.
¿Son suficientes estas competencias para tratar a una persona que es más que una biología dañada? Presumiblemente no. Falta el hacer estas competencias más blandas, es decir enternecer las competencias, hacerlas más próximas y cercanas, hacerlas tiernas para responder a las necesidades individuales y sociales. Supone aplicar con mano maestra y firme los conocimientos pero con la sensibilidad y cercanía que cada individuo precisa.
Hay que desarrollar las competencias que llamamos blandas para poder conjugar adecuadamente el verbo cuidar, entendido como conjunto de conocimientos y técnicas de cariz más científico junto con la empatía, comunicación, escucha, reconocimiento de la narratividad de vida de cada persona, de sus valores, deseos, expresiones, etc.
Algunos ejemplos históricos de ternura
Repasando la historia de la atención sanitaria y de cuidados, generalmente nos quedamos con los grandes nombres de la medicina, desde Hipócrates, Vesalio, Servet, Koch, Pasteur, Ramón y Cajal, etc., que son los que aportaron todo el conocimiento científico para llegar al desarrollo actual del conocimiento médico y de las posibilidades de curación, pero en estos mismos libros de la historia de la medicina no figuran los nombres de los que transformaron la atención sanitaria, no desde los conocimientos, sino desde la ternura. La mayoría de ellos dejaron una estela tan grande que se mantiene hasta nuestros días a través de las órdenes religiosas que crearon. Todos estos personajes, la mayoría santos de la Iglesia Católica, tienen en común la manera de acercarse al dolor y el sufrimiento entendiendo que, en muchas ocasiones, este dolor y sufrimiento solo se pueden tratar desde la cercanía, el amor, el cariño y la ternura que ponían en cada una de sus actuaciones.
Estos grandes personajes, San Camilo de Lelis (Sirvan al enfermo con el amor de una madre para con su único hijo enfermo), San Juan de Dios, San Vicente de Paúl, Santa Luisa de Marillac, San Ignacio de Loyola, pusieron su amor a las personas más dañadas por la vida, y la enfermedad, como muestra del Amor de Dios. Su empeño llevo a generar centros donde la atención a los enfermos tuviera otro cariz a los hospitales al uso. Centros que siguen siendo, en pleno siglo XXI, referentes de atención y cuidado donde la persona es el centro y como recordó el Papa Francisco son reflejo de la ternura de Dios, sin olvidar que el cuidado pasa por prestar todos los conocimientos al servicio del enfermo.