El cambio en la vida
Septiembre-octubre de 2013
Al despertar esta mañana...
AL DESPERTAR ESTA MAÑANA ENCONTRÉ UN RAMILLETE DE FLORES SILVESTRES SOBRE MI MESA....
Por Julián del Olmo
1. Camilo: el valor divino de lo humano
Camilo de Lellis fue un italiano que murió en loor de santidad hace 400 años. Su vida es tan apasionante como su obra. En su juventud anduvo por los frentes de guerra y por las salas de juego (en una ocasión apostó la camisa que era lo único que le quedaba y la perdió). Entró en un convento franciscano pero esa vida no era para él. Cuando tenía 25 años se cayó del burro cuando iba de camino y el accidente iluminó su mente y su corazón y vio que tenía que cambiar de dar un giro radical en su vida y en vez de servir a los señores de la guerra servir al Señor Jesucristo. Sentada la cabeza y reconfortado su espíritu ingresó en el Hospital de Incurables de Roma porque venía arrastrando una llaga en la pierna derecha con muy mala pinta (la llaga le acompañaría hasta el sepulcro).
Viendo el maltrato que los cuidadores mercenarios daban a los enfermos se dedicó a atender a los contagiosos y desasistidos. Su humanidad para con los enfermos, aprendida en la lectura orante del Evangelio de Jesús, levantó envidias entre los cuidadores y los puso en pie de guerra hasta el punto de obligarle a salir del hospital. Convencido de que había que “humanizar” (“divinizar”) el trato a los enfermos optó por la fundación de “una compañía de personas de bien que voluntariamente y por amor de Dios sirvieran a los enfermos con la misma caridad y amabilidad con que las madres tratan a sus hijos”.
Y así nació Orden de los Ministros de los Enfermos (popularmente conocidos como Religiosos Camilos). 400 años después de su muerte la persona y la obra de Camilo de Lellis siguen vivas y activas (los Papas lo han nombrado patrono de los hospitales y los enfermos y lo han propuesto como modelo para médicos y enfermeros). ¡Gran tipo y gran santo este hombre que cuatro siglos después de muerto aún sigue teniendo muchos admiradores y seguidores!
2. Laia salió de una nube
Laia es un puñado de nube arrebolada que bajó del cielo de madrugada y se coló por la ventana de la maternidad posándose en los brazos de Roberto y Pilar que no salían de su asombro ante tan sorprendente acontecimiento. La nube, como en las películas de dibujos animados, duerme, llora, mama y es tan suave y delicada que perece de peluche.
Roberto teme que al abrazarla se le rompa porque es frágil y delicada como una copa de cristal de Murano.
Laia no sabe que su venida a este mundo ha revolucionado a la familia. Los padres (primerizos ellos y con la felicidad que no les cabe en el cuerpo) eran un puñado de nervios antes, en y después del parto mientras acopiaban pañales y sueños. Los abuelos están locos de contento con la llegada del primer nieto (¡nieta!) y cuando la observan con detalle le buscan antecedentes familiares a su nariz y a sus manos.
Yo he tenido a Laia en mis brazos y al besarla he visto en su alma, blanca y pequeñita, el reflejo de Dios que la creó a su imagen y semejanza. Al acariciar su cara sentí que Dios me hacía cosquillas en el corazón y los ojos me hacían chiribitas de alegría. (Ahora entiendo por que hay tantas nubes vagando por Cielo a la espera de que una ráfaga de viento las precipite sobre la Tierra).
3. Kumba se muere de hambre
Kumba es una niña sudanesa que se duerme con hambre y se despierta con hambre como sus tres hermanos y como otros 800 millones personas en todo el mundo. Su madre revende cubos de plástico al pie de una carretera polvorienta. No todos los días el negocio da para que sus hijos coman un plato de arroz. La crisis económica global ha servido para que los mercados que especulan con los alimentos hayan incrementado el peco del arroz un 25 % en los últimos años. Las familias que antes podían comprar un kilo ahora se tienen que conformar con 750 gramos.
Mientras unos pasan hambre (y se mueren de hambre), otros se enriquecen especulando con la comida. Y para más inri el 30 % de los alimentos que se producen en el planeta van a la basura. Kumba no podrá leer esta noticia porque no ha ido a la escuela pero cuando alguien se la cuente se quedará de piedra, si antes no ha muerto de hambre.