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El cuidado en femenino

Número 157, Marzo- Abril 2018

"Bioética, ¿en femenino?"

Un análisis somero de las profesiones sanitarias nos da una imagen en la que se aprecia un predominio neto de la mujer en todas las esferas de la actividad salvo en dos, la gestión y la investigación, que siguen siendo feudos masculinos. Por Javier Rivas Flores, médico y bioeticista

En el caso de la enfermería tradicionalmente ha estado masivamente integrada por mujeres, porque fundamentalmente se liga a la acción de cuidado y en esta faceta el papel de la mujer ha sido clave. Sin embargo en la actividad médica la incorporación de la mujer ha sido más lenta y paulatina, de manera que en el momento actual supone casi un 60% de las plantillas médicas.
¿Qué repercusión puede tener este cambio en el modelo de atención?, pues aparentemente ninguno, sobre todo si se entiende la práctica médica como una actividad grandemente objetivizada, con protocolos establecidos y con base científica incuestionable (que inicialmente no entiende de sexo o género). Pero no se puede olvidar que la medicina es, también, relación y comunicación, y quizás en este elemento diferencial encontramos la diferencia en la atención sanitaria. Así, como recoge un análisis publicado en octubre de 2017 en la prestigiosa revista médica British Journal of Medicine, muestra que la mortalidad a los 30 días de una intervención quirúrgica es 4% menor en los pacientes operados por mujeres que por varones. Los motivos no son muy evidentes si se tiene en cuenta que se utilizan técnicas quirúrgicas similares, pero sí parece haber una diferencia significativa y que es el grado de comunicación que se establece con los pacientes, por tanto es el ámbito relacional el que parece marcar la diferencia entre los hombres y las mujeres en el ejercicio de la medicina.
Hacia una bioética en femenino
Si tenemos en cuenta que la praxis sanitaria tiene un componente ético ineludible, habrá que ver si estas observaciones tienen su repercusión en la ética asistencial.
En este sentido, una de la precursoras de la ética de corte femenino, Carol Gilligan, reconoció en las mujeres una voz diferente (título de su obra más emblemática y de más repercusión en esta materia), dado que descubre elementos diferentes de moralidad, no vistos hasta ese momento dado que el análisis se hacía con varones y por varones, que consideraba que el desarrollo moral de las mujeres es inferior al del varón. De manera que se ha llegado a definir una ética feminista como paradigma de esta manera de interpretar la ética.
Sin embargo parece más razonable hablar de una bioética en femenino, (como muestra un clarificador análisis de Laura Palazzani) que no considere como el feminismo una lucha por la reivindicación de la mujer de corte más político frente a la opresión del varón. Esta ética en femenino supone reconocer las propiedades del género femenino y que tienen una base fenomenológica, vivencial, que saca a la luz la subjetividad femenina (elaborada tanto por las mujeres como por los hombres, y este matiz es muy importante), parte del elemento común que constituye la esencia tanto de los varones como de las mujeres (tal cual es la racionalidad como propiedad del ser humano) y reconoce las diferencias inherentes a cada sexo y que se entiende como modo de manifestarse la capacidad de relación interpersonal, como modalidad humana relacional. Porque como identifica Gilligan el mundo femenino está compuesto por personas ligadas entre sí por vínculos relacionales de manera que las mujeres hablan en el idioma personal del cuidado.
El cuidado representativo de la ética en femenino
Se podría definir el cuidado como actitud interior y compromiso activo de preocupación/atención responsable (a-simétrica y a-recíproca) a quien es vulnerable y, por tanto, se entiende, como una actitud, y una praxis que tiene mucho que ver con la compasión, entendida en el sentido de “sentir con el otro”. En el cuidado hay una serie de actitudes básicas como supone la acogida que se manifiesta en empatía, una actitud comprometida con la otra persona, con los sentimientos, en palabras de Nel Noddings, otra de las autoras que ha trabajado la bioética desde la perspectiva de las mujeres. Se reconoce como una actitud natural, pero que exige un esfuerzo, porque se considera como un deber ético. Ética del cuidado que se basa en lo particular, que más que en principios se fundamenta en las virtudes, centrada en las relaciones, afincada en la comunidad y en la preservación de los vínculos concretos nacidos de las relaciones, según recogen Jorge Ferrer y Juan Carlos Álvarez, en su obra “Para fundamentar la bioética”. Es una ética que representa la actitud de la madre que tienen su origen en el afecto y la emoción.
Ética femenina (también para los varones)
Quizás pueda desprenderse del análisis realizado que el cuidado puede suponer un argumento contra la mujer, dado que la puede poner en un plano de sumisión (como sacrificio personal), relegando a la mujer al ámbito doméstico y privado, pero no es esta la pretensión. Lo que se debe entender es que el rol femenino, más relacional y afectivo, puede ser extendido al ámbito masculino y al ámbito laboral, de manera que se puede modificar, y probablemente, mejorar, ofertando oportunidades que equilibren la relación asistencial y, por tanto, contribuyendo a desterrar el paternalismo en la misma. Es una manera práctica de reconocer la vulnerabilidad y fragilidad de la persona atendida y desde ahí trabajar para fomentar su desarrollo como persona. Porque como nos recuerda Laura Palazzani, la ética del cuidado es el fundamento del deber del hombre, el deber de trascender la inmediatez del egoísmo, dirigiéndose hacia el otro, con devoción, paciencia, honestidad, esperanza, valor, amor, benevolencia, humildad, confianza, sin olvidar que se integra en el sentido de justicia. Porque justicia y cuidado permiten la realización plena de la dignidad de la persona y contribuye de manera importante a la humanización.

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