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El cuidado en femenino

Número 157, Marzo- Abril 2018

"Intergeneracionalidad: uniendo extremos"

A nadie es ajeno que en nuestra sociedad occidental actual únicamente tienen cabida los que son bellos, sanos y ricos. Nos movemos por parámetros de productividad, sólo el que produce vale. Esto sólo pasa aquí y ahora…

Por Aurora Serrano, Fundación Hospital Residencia Sant Camil.

Al anciano se le tiene apartado de las decisiones e incluso de la sociedad; al joven se le valora como alguien inmaduro a quien no se tiene en consideración y que poco puede aportar.

Antes no era así, antes era distinto. Tradicionalmente, la gente se dirigía al anciano de su comunidad, clan o tribu en busca de consejo y orientación, los años y la experiencia le otorgaban el conocimiento necesario para emitir dictámenes con sabiduría. Lo mismo ocurría con el adolescente, era el futuro de la comunidad, se le sometía a rituales para ser guerrero o cazador, él mantendría  la tribu a salvo.

En un intento de que los extremos se toquen, hemos lanzado en las Congregaciones bilbaínas un proyecto para unir estos dos cabos de la sociedad. Por un lado nuestros religiosos y religiosas más mayores, que se encuentran en las áreas de enfermería de los conventos y por el otro, estudiantes de quince y dieciséis años que cursan estudios en colegios católicos. Estos colegios ofrecen la oportunidad a sus estudiantes de implicarse en un voluntariado social, fomentando su implicación con su entorno y las necesidades de los demás.

La experiencia ha sido un éxito. Hablando en términos anglosajones un “Win-Win”. Ganar-Ganar. Nuestros religiosos más veteranos escuchan a los jóvenes, les orientan, y comparten con ellos las vivencias de toda una vida recorriendo el mundo y dedicándose a los demás, el poso que todo ello les ha dejado. Los jóvenes les contagian a los más mayores la energía, las risas, el ímpetu por un futuro incierto.

Uno de los religiosos me comentaba: “Me doy cuenta que los jóvenes de hoy en día tienen los mismos problemas que teníamos nosotros.” Posiblemente, pero para saberlo hay que comunicarse. Hemos creado unos espacios en los que se trabaja con actividades programadas: pueden ser unos puzzles, una partida de cartas, unas manualidades para decorar… realmente no importa. Ha acabado convirtiéndose en la excusa para juntarse y charlar, comunicarse, compartir.

En las áreas de enfermería, el día que vienen los “chavales” es fiesta, se les espera con una especial ilusión, el ánimo está más levantado y se va afilando el sentido del humor. Los estudiantes al principio eran unas personas tímidas y pausadas que temían romper la paz y el sosiego de los mayores. Eso era antes. Ahora la entrada es chocando las manos y dando palmaditas, las risas empiezan a fluir por el convento, tú me cuentas, yo te cuento.

A través de este proyecto logramos unir a dos generaciones, potenciamos el mutuo entendimiento y la armonía impulsando valores y actitudes humanistas. A pesar de que con la edad se tiende al aislamiento, este proyecto fomenta la relación interpersonal de nuestros mayores. Y la responsabilidad de los jóvenes ya que ellos toman la iniciativa y llevan la batuta de las actividades.

Resulta que nosotros los “productivos” estábamos equivocados. ¿Ya sabemos lo que nos estamos perdiendo? La posibilidad de aprender de nuestros mayores y de contagiarnos de nuestros jóvenes. Parece ser que la edad no define a la persona.

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