El enfermo crónico
Marzo-Abril 2022
"No ha venido a verme nadie hoy"
Hay muchos tipos de enfermedades crónicas, y al paso que va la ciencia, casi todas las enfermedades que hoy conocemos acabarán siendo crónicas, no se curarán del todo, pero su efecto letal podrá retrasarse años y años. El horripilante sida de hace unas décadas está ahora en ese catálogo.
Pero no me interesan tanto las enfermedades como los enfermos crónicos. Y sus “circunstancias”.
Algunos lo tienen fácil: tortilla de pastillas diaria y análisis de vez en cuando; contrarrestar los efectos secundarios de las primeras pastillas con otras pastillas; y que caigan años. Por lo demás, vida casi normal.
Diálisis con deportividad
Otros ven comprometida su agenda. Un amigo tiene un plan de diálisis de tres veces por semana. Lo toma con deportividad: “Así tengo resueltas tres de las siete mañanas”. El problema le viene en verano, que no puede ir a donde quiera, sino vincularse con un centro médico que ofrezca el servicio y que le dé horario para ello.
Pero hay enfermedades crónicas progresivamente incapacitantes. Ahí no está sólo la gestión de los pastilleros y el ritual de su reposición el domingo por la tarde. Lo peor, obviamente, aparte de los dolores apenas controlables, es que el enfermo ve cómo se limitan sus movimientos sucesivamente, primero en la vida de relaciones exteriores, luego incluso en casa.
El "Efecto social" de la enfermedad
Dando esto por sentado, que ya es mucho, hay un efecto “social” sobre el que me quiero detener.
Cierto es que el enfermo crónico tendrá la atención de su familia (tanto más cuanto más haya creado en ella valores de pertenencia y solidaridad y cariño), y de los profesionales por contrato o por asistencia social.
Sin embargo, las “amistades”, progresivamente van dejando de hacer acto de presencia. Ya no se pueden mantener las cenas de amigos, o las excursiones conjuntas de fin de semana, pero van adelgazando también las visitas y, más llamativo, incluso las llamadas de teléfono (que ahora son tan baratas y cómodas).
¿Prestar atención a todos?
Encuentro una explicación. El enfermo crónico es repetitivo (su horizonte vital se ha constreñido de manera importante), aburrido, e incluso probablemente deprimido y deprimente (y todavía no hablamos de las pérdidas de lucidez mental).
Y mientras tanto, los externos tienen cada día y cada cuarto de hora responsabilidades ineludibles en el “mundo real”. Y además hemos quedado en que los enfermos crónicos son muchos, demasiados para prestarles atención a todos. Y cada día serán más.
Uso saludable de la agenda
Se me ocurre una pequeña actuación que seguro que a estos enfermos les suaviza. Ahora tenemos todos potentes agendas electrónicas en que puedes entrar en un día determinado y escribir “Llamar a C.”, y la agenda te pregunta “Una vez”, “Todos los días”, “Cada mes”. Si marcas “cada mes”, y si nuestro crónico tenía, es un suponer, quince “amigos para siempre”, recibirá, día sí día no, una llamada que le enganchará con su pasado y le alejará por unos momentos de su presente. Y de su futuro.
La canción de Marisol continuaba (y continúa): “Para qué tanta amistad alrededor, si a la hora del dolor no tengo a nadie”.
ASÍ, PARA SIEMPRE.
Y aún peor, claro.
Cuando a la enferma le preguntan cómo va, responde con algo más de media sonrisa: -Progresa adecuadamente. -Ah, pues eso es bueno. -No me has entendido, quien progresa adecuadamente es la enfermedad.
En estas fases, como en todo en esta vida, es fundamental el sacar el jugo que tenga al momento actual. Aunque fundamentalmente se circunscriban a la familia más cercana, hay momentos de importancia vital: las notas de los nietos, las presencias comprometidas de los hijos, cumpleaños aunque sean por telecontacto (puñetero virus), y siempre brindis “por las cosas buenas, que son muchas”.
Agarrar el rato bueno de hoy. El mes que viene Dios dirá.
Un día más.