Revista Humanizar

Enfermedades olvidadas

Número 121, Marzo-Abril 2012

"En el duelo migratorio, la persona está desbordada en todas sus dimensiones"

De entre los diversos tipos de duelo, destaca uno, el que sufren los emigrantes, que se ha constituido como una realidad de sufrimiento muy poco abordada. Valentín Rodil, psicólogo, profesor del Centro de Humanización de la Salud y voluntario del Centro de Escucha San Camilo, nos explica sus peculiaridades, su influencia en la sociedad y cómo acompañar y ayudar a quienes lo padecen.

Diana Sánchez

¿Qué es el duelo migratorio?
Antes que nada, conviene recordar que emigrar es un logro del ser humano como especie, una conquista que nos ha llevado a hacer de la flexibilidad nuestra mejor estrategia de adaptación. Se emigra por muchas razones, no todas voluntarias…su mejor lectura es que se trata de un cambio para ganar y abrir un camino nuevo. El que emigra se arriesga, y en esta época es algo heroico, por las dosis de hostilidad con las que suelen encontrarse.
Al emigrar se deja atrás un buen número de cosas que han sido muy importantes. Y una de las cosas que provoca el sufrimiento es que tarda en saberse si se trata de una separación o una pérdida, y por eso el duelo migratorio (d.m.) sale al paso de una separación sin despedida alguna, o con una despedida ambigua.
¿Por qué es un duelo difícil y prohibido?
Porque uno mismo no se permite el derecho de vivirlo, y esto es más doloroso que vivirlo en privado. Supone apretar los dientes para seguir, sin dejar que el posible dolor altere el paso. Por eso, cuando el d.m. asoma, con frecuencia parece otra cosa (una depresión, un trastorno mental…)
¿Por qué no está lo suficientemente abordado hoy día?
Precisamente por esto, porque parece otro “problema”. En realidad, la persona está desbordada en todas sus dimensiones, porque el entorno se ha hecho muy hostil, el mundo muy inseguro y todo lo que daba protección parece lejos. Entonces aparece el miedo a la pérdida definitiva. El d.m. se hace amenazante para la persona, porque le resta energías necesarias para la lucha cotidiana. Esto vuelve a prohibir el duelo.
¿Cómo podemos capacitarnos para ayudar y acompañar a quienes lo sufren?
Primero debemos mejorar nuestra capacidad de entender mundos lejanos a los nuestros y otros idiomas. Es la capacidad de empatía la que lleva a poder hablar el lenguaje de mundos diferentes: el adolescente, el de diferente orientación sexual, el de otra clase social, el de la persona demenciada, etc.
Acompañar d.m. nos impulsa a hablar con palabras sencillas, pocos conceptos, con imágenes y sensaciones, con realidades palpables. Por otro lado, es clave introducir modos de conectar con lo más profundo de la persona...debemos mejorar nuestra competencia cultural, emocional y nuestra dimensión celebrativa.
En tu experiencia profesional, cuéntanos algún caso que hayas vivido…He vivido cómo la mayoría de emigrantes perciben de algún modo este dolor íntimo, privado, secreto, múltiple, recurrente…Poner palabras a las pérdidas, narrar la historia y encontrar personas que sean imagen de apuesta incondicional, con las que poder compartir este dolor y con las que vivir ritos de despedida son factores que posibilitan elaborar este duelo.
¿Cómo ves el panorama social respecto a esta realidad dentro de unos años?
No estoy muy seguro de adónde va todo esto. La situación de las personas inmigrantes en nuestro país tiene tintes dramáticos para un alto porcentaje. No podemos generalizar, pero el número de personas inmigrantes sin trabajo, las condiciones de vivienda, la tensión creciente por lo difícil que es acceder a permisos de trabajo o residencia, hace que el d.m. se convierta en la consecuencia directa de no tener donde reclinar la cabeza.
La verdad es que el grupo de iguales siempre ha sido lo mejor para poder confesarse este dolor, y también es muy válido apostar por grupos de encuentro mixto en el que emigrantes y no emigrantes comparten, desde lo que les une, sus diferentes formas de  despedidas ambiguas. Al fin y al cabo, quizá, lo que llamamos d.m. es lo que en menor medida hemos ido viviendo con cada cambio de situación significativa de nuestra vida. Podríamos decir que el duelo migratorio no existe, como algo propio del emigrante, sino que es algo que forma parte de la mezcla de vulnerabilidad y resistencia del ser humano ante las posibilidades de su existencia.

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