Humanicemos la asistencia sanitaria
Enero-Febrero 2019
"Comités de Ética, fuerza de choque de la humanización"
La deshumanización es fruto de una evolución tecnológica que intenta dar respuesta al problema fundamental de la persona enferma cual es la recuperación de la salud.
Por Francisco Javier Rivas Flores, médico y bioeticista.
Llevando a actuaciones que se pueden calificar de despotismo de tintes modernos, puesto que, dado el carácter positivista de las ciencias de la salud, donde impera la razón (la demostración empírica) tienen poca cabida los valores, de manera que se puede indicar que estamos en una fase en la que se hace todo por el paciente pero sin el paciente.
Llevamos unos cuantos años hablando sobre la necesaria humanización de la asistencia sanitaria. Cuestión que en España se materializó en el plan de humanización que partió del extinto INSALUD en 1984. Esta propuesta respondía a un nuevo modelo de Gestión de los Hospitales, enmarcando una reforma sanitaria.
Uno de los frutos de esta propuesta fue la puesta en marcha de los Comités de Bioética, que se articulaban como órganos hospitalarios, en los que uno de sus objetivos era fomentar la humanización, como recoge el decreto de acreditación de los Comités.
Es de reconocer que, ante la falta de cultura bioética para la puesta en marcha de estos comités, era necesario establecer mecanismos de formación para los profesionales, siendo el modelo Máster, el camino escogido desde los centros de formación que constituían las facultades como la de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, de Teología de la Universidad Pontificia Comillas o la Universidad Ramón Llull por poner algunos ejemplos.
Comités de Ética y humanización
En unos tiempos en los que el papel de los Comités de Bioética están siendo cuestionados, dado que reciben pocas consultas y, en algunos casos su papel, es más simbólico que real, no se debe olvidar su papel como promotor de una cultura de humanización.
Esto en base a la materia con la que trabaja, puesto que a los comités llegan casos de pacientes en los que es obligado analizar los hechos clínicos (que en muchas ocasiones tienen una importante base tecnológica) junto con los valores que están en juego y emitir recomendaciones.
Desde esta atalaya privilegiada se deberían establecer aquellas acciones que repercutieran directamente en la mejora de la relación interpersonal en la relación asistencial. Porque humanizar consiste precisamente en esto, considerar al enfermo como persona y no como caso clínico, no como objeto de estudio biológico sin consideración a su vida, a sus valores, en definitiva, a su biografía, que deber ser narrada para poder entrar en toda la hondura del problema. La labor del médico como expone Miguel de Unamuno en Niebla, consiste en “entender” al paciente y no solo la enfermedad.
Como se ha indicado en el párrafo anterior los Comités de Ética son atalayas que permiten ver cómo está la relación asistencial en las instituciones, y esto es así por vario motivos, uno de ellos es la multidisciplinariedad, dado que los Comités están constituidos por médicos de diferentes especialidades, y por enfermeras/as que desarrollan su labor en distintas unidades, por personal de Atención al Paciente, contando con trabajadores sociales, y personas de área de atención espiritual, así como lo que se conoce como “miembro lego”, persona sin especial formación sanitaria que viene a representar la voz de los ciudadanos, todos estos mimbres permiten reconocer un espacio donde poder tomar el pulso ético al hospital.
La metodología de trabajo de los comités es otro de los factores que tienen que incidir en la humanización, dado que se analizan los hechos y los valores que se dan en cada situación de conflicto ético, para que mediante deliberación, poder proponer cursos de acción que tengan en cuenta todos los elementos que entran en juego, y que procuren respetar todos los valores de los que intervienen en el caso o por lo menos perjudicar lo menos posible.
Igualmente los comités de ética tienen la misión de formar en ética a la institución por lo que se convierten en auténticos órganos de estímulo institucional de los valores sanitarios, dado que la ética asistencial, o la bioética, tienen en la excelencia personal su objetivo, es una propuesta de hacer de la profesión sanitaria una manifestación del amor (amor infinito) al ser humano como en su día expresó Gregorio Marañón.
La bioética como respuesta a la “objetivización” del ser humano
No se puede olvidar que la bioética que nace de la mano de Potter y de Helleger es, en parte, como respuesta a la alta tecnificación que estaba invadiendo los espacios sanitarios, creando situaciones que nunca antes se habían producido en la medicina, como la posibilidad de supervivencia utilizando respiradores y dializadores para los pacientes con enfermedad renal terminal, las amplias posibilidades de poder hacer viables a recién nacidos de muy bajo peso al nacer, etc; algunas de estas situaciones generan importante sufrimiento al que hay que dar respuesta y la respuesta debe ser humana y humanizadora, porque, partiendo de la intrínseca dignidad de la persona, hay que considerar al enfermo como sujeto, no objeto, de nuestra atención.
En un momento en el que se hace referencia al posthumanismo o a transhumanismo hay que reivindicar el humanismo, expresado como humanización de la asistencia. Podemos prever y, no es profecía de bola cristal, que en un futuro la mayoría de las funciones corporales pueden ser controladas por dispositivos al margen de la voluntad de la persona, como ya sucede con el control de los enfermos diabéticos. Por ello es preciso reivindicar la importancia de la relación interpersonal.
Atención centrada en la persona
Quizás una de las tareas que deben desarrollar los comités de ética sea fomentar una cultura asistencial que ponga su punto de atención en la persona, es decir dejar de lado el “piloto automático” con el que, en muchas veces se actúa en sanidad, para pasar al “modo manual”, donde se tenga en consideración a la persona.
Así ha surgido una corriente de atención centrada en la persona, como paradigma de una atención única, en la consideración de las necesidades individuales de cada persona, enfocando al paciente desde una visión y quehacer integrales en todas sus dimensiones humanas, en lo que algunos han denominado “una medicina basada en la afectividad”.