Revista Humanizar

Humor saludable

Número 111, Julio-Agosto 2010

Sonrisas que cambian el mundo

Para sanar las enfermedades es necesario contar con suministros sanitarios, medicinas e inyecciones. Para luchar contra la pobreza y la injusticia son necesarias infraestructuras, puentes, pozos y escuelas. Pero la sonrisa y el humor son, sin duda, herramientas que contribuyen en ambas tareas. Así lo demuestra el trabajo de ONG como Payasos Sin Fronteras, la Fundación Theodora o SED (Solidaridad, Educación, Desarrollo). Su labor en hospitales infantiles y en los países empobrecidos del Sur es una prueba evidente de cómo el juego, la ilusión y la risa pueden cambiar el mundo.
Por Cristina Ruiz Fernández
La sonrisa es patrimonio de la humanidad, afirma con rotundidad Kike 'Trotonix', voluntario desde hace más de siete años en Payasos Sin Fronteras. Creo que la risa es una de las mejores catarsis que hay para olvidarse durante un rato, como mínimo, de situaciones tan duras". 'Trotonix' ha actuado ante niños y niñas de todos los rincones del mundo, desde Haití al Líbano, pasando por realidades tan dramáticas como la de República Democrática del Congo o Palestina. "Es muy duro ser niño en determinadas situaciones", reconoce el clown.
En los países donde Payasos Sin Fronteras envía sus expediciones "nadie se va a preocupar por hacer un presupuesto que incluya la risa o la actividad social", apenas hay dinero para maquinaria, suministros o medicinas, "pero para mí es tan importante llevar un sistema de riego a una zona como llevar la alegría", afirma Trotonix.
Desde esta filosofía, la ONG organiza más de veinte expediciones cada año, con el apoyo de contrapartes locales de cada lugar. Allí, los payasos voluntarios ofrecen su espectáculo a través de las artes plásticas y escénicas, "en una hora, ahí lo damos todo", explica el payaso. Esta labor se complementa con talleres para formar a monitores y artistas locales, de manera que el humor y la sonrisa se siembran para que crezcan y se mantengan en aquellos países que visitan los voluntarios. "Estar en Haití haciendo hospitales fue muy duro, pero hay que sacar fortaleza".
La mayor parte de los espectáculos no tienen texto ni idioma, transcurren en el lenguaje universal de la risa. "Con ayuda de las contrapartes metemos algún guiño, alguna palabra en el idioma local", y esto, para 'Trotonix' es uno de los elementos más enriquecedores, "vas con tu espectáculo y se va transformando con la realidad de allí". Al tiempo que la actuación evoluciona, cambian también los propios voluntarios, la mayor parte de los cuales se dedican profesionalmente al mundo del entretenimiento. "Yo amo mi trabajo, es de lo que quiero vivir y necesito cobrarlo", reconoce este clown, "pero cuando te vas de expediciones es otra cosa, porque el cambiar tiempo por dinero pasa a segundo plano y cambias tu tiempo por el suyo". Al regresar a la rutina de Madrid, "hay como una 'descompresión' pero siempre en positivo, porque lleva a hacer otra manera espectáculo".

Ganas de vivir

"Lo que más me ha marcado es ver cómo la gente tira para adelante con lo que tiene, ya sea por temas de hambrunas o por causas políticas. las ganas de vivir que tiene la gente, la superación y lo receptivos que están a cualquier tipo de alternativas que se les ofrezca". Para 'Trotonix' esto ha sido especialmente patente en sus expediciones a Palestina, donde ha vivido las experiencias que más le han marcado tanto en positivo como en negativo.
"Me sorprendió ver cómo vive la gente, en mitad del desierto sin nada de nada", recuerda, "llegamos a hacer la función y aparecieron muchísimos niños grandes, medianos, pequeños de todo y yo no dejaba de preguntarme: '¿dónde vivís si no veo ninguna casa por aquí?'... me pareció una experiencia maravillosa".
Sin embargo, ha sido también en Palestina donde ha vivido alguna de las experiencias más duras. "Es de los sitios donde me he sentido más humillado y he sentido más miedo, por el sometimiento de los israelíes y por los check-points. Da miedo estar viendo todo el tiempo al ejército, sentir que en cualquier momento nos echarían", porque hubo sitios donde, pese a tener todos los documentos necesarios, ni siquiera les permitieron actuar.
"A veces hay un sobreesfuerzo muy grande, tres funciones por día separadas 300 o 400 kilómetros entre sí, situaciones duras donde tienes que ponerte fuerte", reconoce 'Trotonix', "por ejemplo acabamos de estar en Haití haciendo hospitales y fue muy duro, pero hay que sacar fortaleza". Pero este tipo de iniciativas contribuyen indudablemente a cambiar el mundo, tanto en los países empobrecidos del sur como en nuestra sociedad, "yo creo en ello y en ello me vuelco", señala con decisión el voluntario de Payasos Sin Fronteras.

Risas terapéuticas

Esa transformación y mejora de la sociedad se da también en nuestro país, de la mano de diversas ONG que trabajan con niños y niñas en el ámbito hospitalario. Una de las más conocidas es la Fundación Theodora, que financia la contratación de payasos profesionales, los 'Doctores Sonrisa', para que actúen en una veintena de hospitales en toda España.
Pero también hay iniciativas más pequeñas que, desde el voluntariado, se visten de bata blanca para llevar la risa a los niños y niñas que se encuentran hospitalizados. Es el caso de la ONGD SED (Solidaridad, Educación, Desarrollo) que, a través de su grupo de voluntariado en Asturias, ha impulsado un proyecto de animación hospitalaria en el cen tro Universitario Central de Asturias (HUCA) en la ciudad de Oviedo.
Actualmente el proyecto está formado por una treintena de voluntarios y voluntarias que trabajan en las tres plantas donde están internados los menores en dicho centro hospitalario. "Todos los martes, miércoles y jueves de octubre a junio, visitamos hasta al último niño o niña ingresada los médicos-payasos buscamos sus sonrisas y su bienestar", explica Javier Álvarez Fernández, coordinador del proyecto.
Este grupo lleva ya casi quince años reivindicando la risa como parte indispensable de la salud. "A lo largo de todos estos años de trabajo hemos arrancado risas a más de 8.000 niños y niñas, con quienes hemos desarrollado un proceso de intervención centrado en la mejora de su calidad de vida, valiéndonos de la animación y los juegos como herramientas fundamentales de recuperación".

Nariz roja y bata blanca

La Doctora Cuentacuentas, el Doctor Dormilón, la Doctora Cereza, la Doctora Algodón o el Doctor Zanahorio, son algunos de los especialistas en sonrisas que integran este equipo, “cada uno con su nombre muy particular, pero todos con la nariz roja”, nos cuenta Javier.
Su trabajo se desarrolla en dos ámbitos, “los que se pueden levantar van al aula de la planta acompañados de los payasos y payasas, para contarles un cuento, hacer manualidades, cantar o jugar”. Para aquellos que se encuentran en condiciones más débiles de salud “la visita a las habitaciones es el punto fuerte”, explica el coordinador del proyecto, “allí se realizan actuaciones de payasos improvisadas de acuerdo a unas pautas pactadas anteriormente” y también, según el estado del pequeño paciente, se desarrollan actividades plásticas.
La ‘Doctora Piruleta’ lleva ya tres años poniéndose la nariz roja y la bata blanca. “Comparto una tarde a la semana con los niños de la planta de oncología del H.U.C.A.”, nos cuenta esta voluntaria. “Al principio no resultó fácil, aunque no era nueva en el trabajo de ámbito infantil, trabajar en el hospital era totalmente diferente a lo que conocía hasta ahora, pero no tardé en adaptarme y al empezar a ver el resultado que genera en los niños hospitalizados, comencé disfrutar de esta experiencia”.
Globoflexia, marionetas, canciones, bromas, son sus particulares herramientas. “Todos los voluntarios nos hemos licenciado en el arte de hacer reír y esta risa genera en los niños una situación de desahogo y de esparcimiento que les ayuda a enfrentarse a los duros tratamientos”. Para la ‘Doctora Piruleta’ –cuyo nombre real es Lucía– también ha habido momentos difíciles. “El que algún niño ya no esté con nosotros ha provocado altibajos en mi ánimo, pero hoy me encuentro con más fuerzas que nunca”, afirma esta joven voluntaria. “Tanto el ambiente que se crea cuando estoy con mis compañeros, como el recibimiento que, cada vez más y mejor, nos ofrecen los niños, hacen que me sienta más especial, me sienta con más valor y con más voluntad de seguir haciendo lo que hago, aunque solo sea un ratito a la semana”. Para ella también está muy claro que “la risa es, sin duda alguna, terapéutica.

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