Revista Humanizar

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La ilusión

Número 147, Julio-Agosto 2016

Victoriosos perdedores

Ya en los orígenes, el cine se presentó como la fábrica de ilusiones. En la oscuridad de la sala se proyectaban los deseos más allá de las realidades y el ser humano era capaz de recobrar sus sueños en este espacio entre la vigilia y la fantasía. Podía ser una diversión, que permite huir de la realidad, pero también desplegaba la capacidad de mirar más allá, de continuar soñando.

Por Peio Sánchez

En película de Martin Scorsese “La invención de Hugo” (2011) se nos recuerda la historia de Georges Méliès. En ella vemos al pequeño protagonista huérfano que sobrevive haciendo de relojero en la concurrida estación de Montparnasse en el París del año 1931. Allí conoce a una encantadora niña que le llevará a descubrir a su extraño padre, el mismísimo Méliès, uno de los inventores del cine. Conoceremos pues al ilusionista convertido en cineasta que será capaz de convertir el cine en proyector de ilusiones. Su “Viaje a la luna” (1902) es toda una metáfora que anticipa la realidad y que convierte la magia del cinematógrafo en un proyector de sueños.No es extraño que el cine mudo esté repleto de perdedores que salen delante de la forma más insospechada. Charlie Chaplin con el personaje de Charlot es el paradigma, el vagabundo caballero. En la asombrosa “La quimera del oro” (1925), Charlot va en busca del oro y consigue el imposible amor de Georgia. Lo imposible se hace posible. El pequeño vagabundo fue capaz de desafiar al nazismo en la ya sonora, “El gran dictador” (1940), cuando el barbero judío muestra la fuerza moral capaz de imitar y vencer al mismo Hitler. Una alegado, una ilusión, en plena 2ª Guerra Mundial.Buster Keaton, alias “cara de palo”, crea un personaje capaz de mantenerse inalterado ante las mayores dificultades. En la magnífica “El maquinista de la General” (1926) veremos a un hombre solo, insignificante y de apariencia débil que es capaz de recobrar lo que más quiere en este mundo: su mujer y su locomotora. Ejemplo de las proezas de los pequeños.Los hermanos Marx fueron el encumbramiento de los fracasados. En “Sopa de ganso” (1933)  esta panda de caraduras e inútiles son capaces de ganar una guerra. Maestros del doble sentido, dan la vuelta a la peor situación convirtiéndola en una oportunidad. En “Los hermanos Marx en el Oeste” (1940) nos muestra como el caos puede triunfar, a pesar de todo. Lo disparatado, “Yo no estoy borracho pero... ¿qué hace el techo en el suelo?" (Goucho Marx) siempre encuentra una salida favorable. La ficción viene en ayuda de la realidad y enseña que ésta siempre se puede mirar desde un lado sorprendente: “Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…”Lubitsch nos enseñó en “Ser o no ser” (1942) como una panda de actores mediocres podían generar un enorme engaño a los nazis, para salvaguardar un secreto que ponía en peligro su patria. Esta alianza de los perdedores permite alcanzar la victoria sobre los que tienen la fuerza. Lo que la convierte en un canto en plena guerra sobre como los que estando al final de fila pueden vencer con inteligencia a los poderosos. Donde la esperanza se abra paso contra toda esperanza.

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