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Salud holística

Número 198, Enero - Febrero 2025

Si no son holísticos, no son cuidados

 

Las personas sabemos que salud holística se refiere a nuestro bienestar, que depende de la armonía de diferentes dimensiones de los seres humanos (lo físico, psicológico, emocional, social y espiritual). Sabemos que necesitando sentir estas dimensiones satisfechas, el todo no sólo es la suma de las partes, sino que unas dimensiones afectan en otras, que todo está relacionado. Pero, si lo sabemos para nosotros mismos, ¿cómo nos cuesta tanto reconocerlo en los demás, a los que atiendo y con los que trabajo?

 

En muchas residencias de personas mayores, se ha ido viendo una evolución propia (ontogénesis), que va sucediendo en paralelo a un cambio en el sector (filogénesis). Ambas evoluciones se retroalimentan y ayudan. Y esta secuencia tiende a repetirse: comienza con la preocupación por la salud física, ampliándose después a la mental, para continuar con la social, la emocional, siendo la última en incorporarse, la espiritual. Este avance se comprueba en muchos aspectos: tiempo dedicado en favorecer cada dimensión, sistemas de registro, lenguaje empleado, perfil de los profesionales contratados, competencias que se les valora, diseño y atención al entorno físico y humano, los sistemas de gestión de calidad, etc. En consonancia con el encargo social, con las expectativas sociales muy orientadas a preservar la salud física y mental. Sí, sí… Sé que decimos hace mucho que ya lo hacemos, pero la profundización en cada una de las dimensiones no lo demuestra.

 

Los devastadores efectos de la gestión del COVID-19 en las residencias, ha reforzado en la ciudadanía esta exigencia básica de velar por la salud y proteger la integridad física. Por supuesto que ello es un imperativo moral y profesional, pero no puede desviarnos de continuar dando valor al desarrollo de las otras dimensiones imprescindibles para que las personas tengan una “vida buena”, con sentido. Y es precisamente esto último el eje de la ética de las organizaciones.

 

Cuidarnos para cuidar mejor 

 

¿Cómo puede ser nuestra profesión un facilitador en la dignidad del otro como persona?

 

El cuidado holístico requiere simetría y horizontalidad en las relaciones interpersonales, comprendiendo que “el otro”, como yo, es capaz de mantener cierto control de su vida y necesita también cuidarse para sentirse libre y valioso. Algo opuesto al frecuente sentimiento de quienes se encuentran en situación de dependencia, vulnerabilidad o fragilidad: sentirse una carga, ser un disvalor.

 

Cuando un profesional logra que la persona se viva en positivo, sintiendo valioso su cuerpo enfermo o poco funcional; valorando interesantes sus aportaciones o su modo de interactuar -incluso con deterioro cognitivo-, viendo hermosa su capacidad expresiva vinculada a su espiritualidad…, entonces, es cuando verdaderamente añadimos valor al cuidado.

 

Ello requiere apoyar sus iniciativas y su ritmo, facilitando que logre sus objetivos. A veces será involucrándola en cómo quiere recibir los apoyos, respetando sus decisiones, o simplemente logrando que se sienta acompañada, con alguien cerca que se preocupa y ocupa de ella de forma delicada y respetuosa.

 

Avance responsable

 

Las administraciones tendrán como meta promover la salud  holística de las personas que los utilizan y de quienes trabajan. Deberán aprender a promoverlo y a valorarlo, dotando para ello suficientemente a los centros. 

 

Las organizaciones que cuidan deben revisar sus sistemas de gestión de las personas trabajadoras, así como todo el sistema que organiza la asistencia y la vida de quienes utilizan el recurso.  

 

Los profesionales debemos cuidarnos y proyectar en nuestras relaciones y acciones profesionales ese capital de bienestar propio. Sabiendo que quererse y cuidarse de forma holística no es egoísmo, sino una responsabilidad.

 

Pero el autocuidado no es suficiente si no se conocen y comprenden las preocupaciones o el sufrimiento de las personas que necesitan cuidados y quienes los prestamos. Necesitamos trabajar una verdadera actitud empática capaz de orientarnos en las relaciones y acciones que ayuden a las personas a mantener ese bienestar integral que todos anhelamos.

 

 

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