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Tiempo para vivir

Número 174, Enero - Febrero 2021

Conciliar: Mujeres ante el reto de la gestión óptima del tiempo

¿Qué es conciliar?

Ni más ni menos que un conjunto de medidas dirigidas a favorecer que los trabajadores y trabajadoras disfruten de unas condiciones mejores para desarrollar la vida profesional, sin que por ello se vea perjudicada la vida familiar. 

Poner de acuerdo a dos o más personas. Hacer compatibles dos o más cosas. Esto es conciliar en una de las acepciones del diccionario de la RAE. Da para profundizar. De entrada evoca la necesidad del diálogo y la conjunción de pareceres  para que impere la vida real y concreta de cada persona, más que un estricto calendario inamovible de distribución de tiempos y tareas.

Respondiendo a la primera pregunta, sí, se ha avanzado demasiado poco. La teoría y la práctica no van de la mano. Como ejemplo, la serie danesa Borgen, que puede verse en Neflix, refleja cómo es prácticamente imposible mantener la armonía familiar y desarrollar el cargo de primera ministra en un país avanzado en legislación, derechos, y donde los indicadores económicos son mucho más altos que los nuestros. Es ficción, pero no cabe duda que hay un divorcio entre la teoría y la práctica. Si la mujer no está en la casa, la familia se va a pique, aunque el amor persista. Daría para otro tema.

Ley y cultura

La ley 39/1999 de 5 de noviembre para promover la conciliación de la vida familiar y laboral de las personas trabajadoras, fue un primer paso. El Real Decreto ley 6/2019 de 1 de marzo de medidas urgentes para la garantía de la igualdad de trato y de oportunidades entre hombres y mujeres en el empleo y la ocupación, supone, recientemente, un cambio significativo a la vista de la persistente desigualdad en materia de salarios y la discriminación de las mujeres que quieren ser madres. Da pie a lo que se denomina la jornada a la carta. Esta última normativa modifica la ley orgánica 3/2007 de 22 de marzo para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. 

Merece especial mención el Plan MeCuida. El artículo 6 del Real Decreto-ley 8/2020 de medidas urgentes extraordinarias para hacer frente al impacto económico y social del COVID-19, establece que los trabajadores que acrediten deberes de cuidado respecto de familiares tendrán derecho a acceder a la adaptación de su jornada, lo que también incluye la prestación del trabajo a distancia. Se complementa con el Real Decreto 15/2020 de 21 de abril de medidas urgentes para apoyar la economía y el empleo.

Hemos de nombrar también el Real Decreto-ley 29/2020, de 29 de septiembre, de medidas urgentes en materia de teletrabajo en las Administraciones Públicas y de recursos humanos en el Sistema Nacional de Salud para hacer frente a la crisis sanitaria ocasionada por la COVID-19. 

Tanto la jornada a la carta como el Plan MeCuida están sujetos a la negociación con la empresa. Han de ponerse de acuerdo empresa y trabajador/a. Con todo ello, reconocemos un esfuerzo legislativo notable.

Conciliar, y legislar al respecto, desde muy recientemente en nuestro país, supone poner en el punto de mira a las mujeres y también influir en los estereotipos, generando un cambio cultural. Imprescindible. Ley y cultura van de la mano. 

La pandemia y al hilo de ella la normativa, han dado lugar a la posibilidad de teletrabajar. Se dice que el teletrabajo ha venido para quedarse. Reto y oportunidad, aunque también ha generado sus detractores. Lo cierto es que “no hay color”. Teletrabajar un par de días a la semana, para quien puede, es un cambio en positivo. No hay nada más que ver las caras de las personas que teletrabajan. Han ganado en bienestar. Sobre todo si lo combinan con horas presenciales.

David Tomas, cofundador de Cyberclick, habla en unas recientes jornadas del Club Malas Madres, sobre las barreras mentales que impiden a los jefes confiar en los trabajadores y trabajadoras, por ejemplo, poniendo en marcha el teletrabajo. Argumenta que es beneficioso porque la mayoría de las personas son más responsables, rinden más, propiciando, en definitiva, un beneficio mayor para la empresa. Que un porcentaje pequeño se aproveche no justifica no poner en marcha iniciativas como esta. Dice Tomas que se requiere un impulso legislativo y centrarse en los hechos, más que en las creencias. 

Confiar es una palabra que abarca el universo de la vida, de las relaciones. La segunda y tercera preguntas planteadas al principio pueden quedar medianamente respondidas. No hay panaceas pero es imprescindible abrir la mirada, confiar, aprender de la experiencia, innovar. Y al hilo de ello, estar al tanto de la legislación. No olvidemos que legislar es dar pasos de gigante.

Elección y renuncia

Cuando eres madre quieres ser madre. Esto significa que no quieres renunciar al ejercicio del cuidado y educación de hijos e hijas y que conciliar esta elección con el trabajo profesional o la ocupación, es verdaderamente difícil. La legislación ayuda, pero es que hay que ponerse de acuerdo con la empresa. Eso no es tan fácil.

¿Más difícil para las mujeres? Sí. Los hechos, la cotidianeidad lo dice. ¿Exige renuncias? Seguro. Pérdidas de oportunidades en lo laboral. Ir a ritmo más lento en la consecución de logros. Multiplicarse como intendente de la logística del hogar para cuadrar el máximo de posibilidades y llegar a todo. A costa, casi siempre, de un cansancio sordo, del agotamiento psíquico. 

Hay mujeres que renuncian a la maternidad. Avanzan los años y no pueden optar a lo que desean. Llegan demasiado tarde o se han quedado con un hijo/a única no por gusto sino porque la cuesta era demasiado empinada y solitaria.

Al hilo del presente pandémico, llegamos a la cuarta cuestión, el sector doblemente castigado: profesionales sanitarias, mujeres del sector de la limpieza, del cuidado de mayores y de niños/as. Aquí no existe el teletrabajo. Las mujeres son las que ocupan en su mayoría estas profesiones.

Hemos sido testigos de la carga que arrastran mujeres que son madres, que han cuidado a sus padres mayores en la pandemia, que han dado el cien por cien en el escenario dramático de hospitales y residencias, y que también han sufrido la enfermedad y sus secuelas. ¿Cómo construir una red para sostener a todas ellas, para que no se rompan?

Seguir empujando una legislación protectora, romper los clichés, auspiciar la toma de conciencia por parte de jefes y compañeros, generar redes de cuidado… Queda mucha tarea por delante. En especial toca tener en cuenta a las mujeres sobre las que recaen la multiplicidad de papeles. 

Mi padre, en sus últimas palabras dejó escrito: “El tiempo es el gran tesoro”. Con el paso de los años me he dado cuenta de la verdad que encierran estas seis palabras. Y continuaba así: “Saberlo llenar de buenas obras es todo nuestro quehacer de hombres y de cristianos”. 

Él lo decía en su lenguaje y a mí me resulta inspirador. Ojalá la gestión del tiempo consista en eso para muchas de nosotras. Ojalá sea un objetivo compartido para que cada persona pueda convertirse en la mejor versión de sí misma, como se dice ahora. Para las mujeres es imposible sin estructuras que lo posibiliten y sin jefes y compañeros que se lo crean de verdad.

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