Tiempo y salud
Mayo-Junio 2010

Escuela de envejecimiento

-¿Y tú qué haces? –He empezado a estudiar –¿A estas alturas? –¡Claro! –¿Y qué estudias? –Estoy aprendiendo a envejecer. Por desgracia este diálogo todavía no es posible. Pero sería deseable que se establecieran escuelas para aprender a envejecer. Escuelas que le dieran al tiempo la dimensión real. Y que sirvieran para que pudiéramos dara los segundos todo el contenido y toda la gratitud de verlos pasar. Pero con conciencia y consciencia.
Ramón Sánchez Ocaña
-¿Y tú qué haces? –He empezado a estudiar –¿A estas alturas? –¡Claro! –¿Y qué estudias? –Estoy aprendiendo a envejecer. Por desgracia este diálogo todavía no es posible. Pero sería deseable que se establecieran escuelas para aprender a envejecer. Escuelas que le dieran al tiempo la dimensión real. Y que sirvieran para que pudiéramos dara los segundos todo el contenido y toda la gratitud de verlos pasar. Pero con conciencia y consciencia. Para que no nos encontremos,pasados los años, como si el envejecimiento llegara de repente. Para que fuéramos poco a poco aprendiendo a ser mayores. Y así no llegar a la conclusión que nos sirven las encuestas: solo dos de cada cien ancianos españoles tiene una visión positiva de la vejez.
El problema es que el individuo se lo plantea demasiado tarde. Precisamente cuando se da cuenta de que no tiene tiempo. Y pone ante sí una especie de cartel, como de oportunidades, diciendo “Compro tiempo”. Porque es cuando realmente se ve ante la vida como un mero instrumento en una vorágine que ni gobierna ni le gusta. Se siente parte de un engranaje que rueda sin mucho sentido y al que no sabe poner freno. Llega a la conclusión de John Lennon: la vida es eso que te va pasando mientras tú te empeñas en hacer otros planes. Por eso el problema empieza a ser serio cuando, en vez de hacer otros planes, te sientes espectador de la vida para verla pasar. Es cuando recapacitas, cuando dices eso de que has estado hasta ese momento vendiendo tu tiempo para tener dinero; y ahora, te plantas, dices que hasta aquí has llegado, y que no quieres vender más tiempo. Que ahora tienes dinero y que ahora compras. Pero ya no es posible. Cuando se habla de tiempo nunca es temprano. Siempre hay un reloj amenazando y recordando que los segundos son inexorables.
Como no nos enseñan a envejecer, que es la única forma válida de saborear el tiempo, nos damos cuenta demasiado tarde y vemos que los relojes andan demasiado deprisa.
Habría que ir ahorrando, desde pequeñitos, un poco de tiempo para cada uno. Que nada hay tan importante como una reflexión personal. Dedicarse cada día unos minutos para poner en orden la cabeza. E ir poco a poco ampliando esos minutos para ordenar el corazón.
Lo malo es que en muchas ocasiones rellenamos todo el tiempo con trabajo, precisamente para no tener que poner orden ni en la cabeza ni en el corazón.
En todo caso, hay que aprender a envejecer. Nos entrenamos en nuestra vida para muchas cosas, menos para esa: para ser mayor. Podríamos haber dedicado un minuto diario, durante los últimos cincuenta años, a meditar sobre ese futuro que ya es nuestro presente.