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Valores sociales en alza

Número 169, Marzo - Abril 2020

“El cuidado personal, emocional y espiritual no puede estar separado de la tierra”

La bienvenida fue dada a los participantes con la sorprendente música de los indígenas que, con sus tambores y pequeñas guitarras, invitaban a sentir, a través de sus melodías, el latido del corazón de la creación. Todo estaba dispuesto para que sintiéramos el palpitar de la Pachamama, palabra quechua, que en la lengua de los Andes significa Madre Tierra.

Respetar a la Tierra, una obligación

A través del “Deep-Journey Laudato Si Symposium”, se buscaba provocar una transformación externa y sobre todo interna. La transformación interna del respeto, reverencia y consideración que nace de dentro y que deriva en la transformación externa del cuidado, el esmero y la pulcritud hacia nuestro planeta o casa común. Los días del Simposio, fueron un viaje a través de la carta del Papa Francisco “Laudato Si” interiorizando la alabanza a Dios por la creación para promover una conversión ecológica hasta llegar a una experiencia de inmersión cultural con diferentes grupos de indígenas.  Somos parte de la naturaleza y no podemos separarnos de ella. El cuidado personal, cultural, social, emocional y espiritual no puede estar separado de la tierra.

El estar sometidos en nuestras ciudades al consumismo, el derroche energético y el despilfarro de recursos naturales, sin más criterio que el propio bienestar, nos cierra los oídos al grito de la tierra. No nos permite escuchar su lamento, no nos sitúa frente a la Madre Tierra con el fin de cuidar, amar y agradecer todos sus beneficios. Es una obligación cuidar la tierra y sobre todo respetarla.

Para poder entrar en esta dimensión profunda de conexión con la Naturaleza, todos los participantes de la Conferencia, divididos en grupos viajamos para tener unos días de convivencia con indígenas, conocer sus perspectivas y aprender de ellos sobre el cuidado de la tierra.

La paz y la armonía

Mi grupo estuvo en Khun Pae, localidad donde se encuentran los grupos étnicos Karen. Los Karen son muy resilientes, ya que fueron oprimidos por la monarquía birmana y en la Segunda Guerra Mundial fueron muy perseguidos. Habitan en Birmania y son aproximadamente un 7% de la población. Muchos Karen birmanos migraron a Tailandia estableciéndose en las montañas, a unos 900 metros sobre el nivel del mar. También hay grupos Karen en la India.

Del encuentro con estas personas, yo personalmente he aprendido muchísimo. Al llegar se respiraba un ambiente de paz y armonía que no se encuentra ni en las calles de Madrid, ni en las de Bangkok. La Naturaleza goza de su color original. Ese verde espectacular de la Naturaleza calmaba el espíritu al unirse con la actitud acogedora de indígenas. Con ellos compartimos experiencias muy profundas. Nos enseñaron cómo cultivan y cuidan los campos de arroz o de café, así como utilizan todos los recursos de una manera sostenible. Los Karen del lugar se dedican al cultivo del arroz, además de otros cultivos, como las cebollas, repollos, cacahuetes, café… y también se dedican al cuidado de animales.

Una religiosidad sencilla

En la zona donde estuvimos hay alrededor de unas 250 familias. Más de la mitad son católicos y el resto son budistas. Pudimos compartir con ellos una Eucaristía, presidida por el párroco, el padre Tik Kham. Fue una Misa muy participativa, con cantos preciosos, con manifestaciones de cariño por parte de todos, y al final de la celebración cada uno de nosotros agradecimos el encuentro y todos mostramos cómo se habían metido en nuestros corazones. El padre Tik Kham, nos cuidó con esmero y atenciones.

En las conversaciones mantenidas con ellos pudimos descubrir una religiosidad muy sencilla, en estado muy puro y un animismo ancestral.

La “Teología del arroz”

El arroz solo se planta una vez al año por la falta de agua en la estación seca. Cada año la cosecha cobra vida, da vida y se convierte en vida para ellos. Los ritos de acción de gracias por la producción del arroz, a los que asistimos, estaban cargados de simbolismo y sentido. Es la teología del arroz. Los indígenas encuentran una conexión entre la cosecha de arroz y la pasión de Cristo. El arroz, como Jesús, es golpeado, vapuleado, maltratado... El grano de arroz se oculta dentro de esas largas espigas, que después de la floración crecen alcanzando un metro o más de altura. Entre cantos y oraciones los arrozales son bendecidos y ellos, en recuerdo de los días que Jesús estuvo en la tumba, comen arroz tres veces al día, por la mañana, tarde y noche.  Terminada la bendición y acción de gracias se bebe vino de arroz, servido en pequeños vasos hechos con las cañas de bambú.

El colorido vivo de la naturaleza armoniza con el rojo de sus túnicas y camisas. Las mujeres llevan turbantes en la cabeza y se adornan con collares y pulseras muy llamativas. Mastican nuez de betel que proviene de una palmera y la mezclan con hojas y pasta de lima. Además de ser un suave estimulante, mancha la boca de rojo brillante.

Interconectados con la Naturaleza

Los indígenas están completamente interconectados con la naturaleza. Esto me impactó. Pudimos comprobar cómo la vida sencilla y natural despierta la creatividad. Todo se recicla. Me fascinó ver como con las llantas de las bicicletas hacen sillas extraordinarias, o escuchar del chamán, el hombre sabio de la aldea, el funcionamiento de una sauna curativa. El chamán tiene un pequeño habitáculo, como una caseta, donde las personas pueden depurar sus cuerpos y limpiarlos de toxinas, además de encontrar un efecto curativo. Es una sauna en toda regla. Este hombre sabio, pone agua a hervir con las plantas medicinales que la persona necesita. En la tapa de la olla hay un agujero por donde introduce un tubo de bambú. Que a su vez está conectado a otro tubo de bambú largo y que traspasa, por un agujero, la pared de la caseta. Al hervir los vapores entran en el habitáculo y la persona inhala y se deja envolver por los vapores, los cuales le limpian y curan.

“Nada se desperdicia, todo sirve”

Pero lo más sorprendente es ver cómo el proyecto llevado a cabo por CADIS ha ayudado a tomar conciencia de lo que es una granja orgánica y los cultivos ecológicos. Este proyecto no solo ha ayudado a que los indígenas tengan más recursos económicos, sino que el respeto por la Naturaleza se ha incrementado. Nada se desperdicia, todo sirve, tanto en la agricultura como en las granjas de animales. Los indígenas son conscientes del impacto negativo de los productos químicos sobre la tierra y todos cuidan que en sus áreas no se utilicen. El chamán a veces desaparece varios días para hacer un estudio de campo y comprobar que la naturaleza es respetada.

Ellos son parte de la naturaleza y saben que es su fuente de vida. El cuidado, el conocimiento del lugar, la pulcritud de los campos, la limpieza del lugar de cultivo, las atenciones que dan a su Pachamama son la expresión viva de la Carta Encíclica “Laudato Si” del Papa Francisco sobre el cuidado de nuestra casa común.

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