Revista Humanizar

Y a ti, ¿qué te indigna?

Número 118, Septiembre-Octubre de 2011

Sacudones saludables

“Érase una vez… una rana que vivía pacíficamente en su hermoso recipiente de agua. De forma lenta, muy lenta le iban aumentando la temperatura. Casi de manera imperceptible. Su felicidad crecía en la medida de la calidez del líquido... Hasta que llegó el fatídico momento del fatal experimento en que - ¡qué curioso! –, a causa del exceso de calor… murió quemada”.
Me ha venido también a la mente un libro de E. Fromm que en su traducción italiana lleva por título “I cosiddetti sani. La patologia della normalità” (Los así llamados sanos. La patología de la normalidad). Se trata de una colección de conferencias y escritos en los que llama la atención sobre un fenómeno muy extendido: la facilidad con que nos adaptamos, de forma acrítica, pasiva e inconsciente, a cánones de comportamiento socialmente establecidos. Los que no los aceptan o pasan de ellos son inadaptados. ¿Y los demás, es decir, la inmensa mayoría? Según él, no pocas patologías, sobre todo psico espirituales, se fraguan precisamente ahí; en que, muy lentamente, nos van aletargando, anestesiando, alienando, con el señuelo de falsas promesas de felicidad, hasta que…
Pero he pensado sobre todo en aquel hombre singular, excepcional e irrepetible, que anduvo hace veinte siglos por Palestina: Jesús de Nazaret. También entonces había mucha rana entrampada. Unas buscaban refugio y calidez en una religión de normas y preceptos. Otras tenían adormecida la conciencia de su dignidad personal y de sus derechos…
Y vino a pegarnos un buen sacudón. A la conciencia y a la voluntad. A despertarnos de un letargo de siglos y a prevenirnos del peligro, siempre al acecho, de romper la tensión que nos habita por dentro, de deslizarnos lentamente, desapercibidamente por la pendiente… Vino a devolvernos el entusiasmo de ser hombres/mujeres, a poner de manifiesto que la condición humana no es ni una condena ni una pasión inútil, sino más bien una vocación, nunca realizada del todo. “Ya es hora de que despertéis del sueño”.
Es lo que tiene el sacudón, que significa justamente eso: una sacudida brusca y rápida. Puede resultar muy molesto, además de inoportuno. Y puede ser – eso pretendía  Jesús – la gran oportunidad de ponerse a salvo, de enderezar el rumbo, de caer en la cuenta y mirar de frente la realidad, de abrirse a nuevos horizontes.
Es muy cierto que la vida nos depara sacudidas inesperadas, a veces desagradables, dolorosas. La da una enfermedad que estalla sorpresivamente como tormenta en un cielo sereno, pérdida repentina de un ser querido, notificación de un despido laboral.
También es verdad que necesitamos sacudidas y sacudones. Funcionamos así. O porque podemos olvidarnos de vivir, o porque anestesiamos la conciencia, o porque nos acostumbramos a alimentarnos de migajas, de experiencias de breve duración, da valores poco rentables a la larga…
Parece que “necesitábamos” un terremoto para enterarnos de la tragedia permanente de Haití, o para activar, aunque fuera por breve tiempo, nuestra capacidad innata de solidaridad. Quizás nos hacía falta visualizar la crueldad de unos adolescentes (de buenas familias…) sobre una indigente, para echar en falta valores perdidos y lamentarnos de la ausencia de límites morales… En los tiempos de la obsesión por la seguridad nos sorprende que un avión pueda estrellarse al levantar el vuelo.  Claro, eso les sucede a los demás… Y los que no llegaron a su destino por tierra, mar o aire…, los que mueren en la flor de la vida, y los millones de personas que están borradas de la lista del trabajo (que no de la de la búsqueda de empleo), a veces, por lo menos a veces, nos sacuden y despiertan.
Así vamos acumulando siglas: 11S, 11M, 15M… Y nos preguntamos si no son solo la punta visible de un iceberg; mejor dicho, la explosión (en tantos casos terriblemente violenta) de fenómenos difusos y extendidos con los que convivimos quizás poco despiertos, cuando no adormecidos. Seguramente hoy Jesús nos diría, nos está diciendo: No basta un 15M. Hay que estar despiertos todo el año. “Ya es hora de que os sacudáis el sueño”.

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