La mirada del perdón

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Perdonar y sentirnos perdonados nos cambia la vida. Es saludable. Nos hace estar bien. Del mismo modo que no perdonar y no ser perdonados nos la puede complicar. El perdón es liberador, el no perdonar nos aprisiona en el pasado y bloquea unos recursos que podríamos emplear de un modo más fructífero en el futuro.

Todos tenemos necesidad de perdonar y de ser perdonados en alguna ocasión. El camino del perdón y de la reconciliación es un camino de curación de las heridas, de los recuerdos, de las emociones y de las relaciones. El perdón, dice José Carlos Bermejo, «es un regalo que entregamos con el deseo de generar bien para el otro y bien para nosotros mismos. Y, aunque costoso, produce el gusto de la liberación del rencor, abre la luz a un escenario de posible reconstrucción de la relación y de la normalidad bondadosa».

La psicología puede ser útil para comprender la complejidad del perdón y de la reconciliación, para ayudar a resolver conflictos y prevenir situaciones desagradables. Pero el perdón y la reconciliación también tienen que ver con nuestros valores de referencia, con nuestra espiritualidad y con nuestras creencias religiosas, en definitiva, con nuestra teología

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