Aprender en la incertidumbre
Septiembre - Octubre 2020
Quiero parar el tiempo
A Jorge le proponía el otro día convertirse en Harry Potter y tener poderes. Nada hay más fascinante que ver los ojillos de un niño cuando se le reta a entrar en el mundo de la fantasía. Percibí claramente, a pesar de estar conectados por Skype, que a Jorge le cambió la cara y me dijo:
- “Vale, soy Harry Potter, y ahora qué”.
- Pues nada, que tienes poderes…
- Qué guay, eso me gusta.
- Para ello, tienes que pensar en tres deseos. Es muy importante que sean deseos valiosos y muy importantes, porque desperdiciar esta oportunidad sería una pena. Con esta varita mágica imaginaria tienes el poder de pedir tres deseos. Piénsalos muy bien.
Nadie entra en el papel de los héroes, magos, protagonistas de historias de aventuras, como los niños y Jorge, con 10 años, entró. Se puso en actitud pensativa y, poco a poco, fui viendo como sus ojos vivos y alegres se iban volviendo tristes. Jorge estaba conectando con la realidad, con algo que no le gustaba…
Pasado un rato, me miró y me dijo: “Consuelo son deseos muy importantes…”. Le dije si podía compartirlos conmigo y me contestó con un “claro” contundente y seguro.
- Primer deseo: Quiero parar el tiempo, ir hacia atrás y llegar a finales de febrero.
- Segundo deseo: Quiero descubrir una vacuna y ponérsela a toda la gente del mundo, para que nadie se ponga enfermo ni se muera.
- Tercer deseo: Quiero volver al colegio y jugar al futbol.
Jorge empezó a llorar desconsoladamente. Este pequeño Harry Potter, con un corazón tan grande como el propio mundo, deseaba con todas sus fuerzas echar el freno al imperceptible movimiento de traslación de la tierra y pararlo para poder hacer algo, algo capaz de devolver la vida a su abuela y de levantar de las tumbas a todos los muertos del mundo, a día de hoy, más de quinientos veinte mil fallecidos. Son muchos muertos y a este niño le dolía el dolor del mundo.
Volver al pasado es imposible, pero construir un futuro sí. Jorge con su tercer deseo estaba dando una pista. Quiere volver al colegio y jugar al futbol. ¿Qué más quieren los niños? Tendríamos que preguntarles a todos y cada uno de ellos qué quieren que cambie, después de tantos muertos, de tantos sacrificios, de tanto dolor.
Nosotros mismos nos deberíamos preguntar, ¿Qué tenemos que cambiar para evitar tanto sufrimiento? ¿Qué tenemos que hacer para que no nos vuelva a pasar esto? ¿A qué tenemos que renunciar para ofrecer a nuestros niños un mundo mejor, más limpio, más coherente, más preparado, más auténtico? ¿Cómo tenemos que educar para que los principios educativos formen personas que piensen en los demás? ¿Qué valores hemos de transmitir para que no se repitan esas escenas de jóvenes insolidarios que no son capaces de renunciar a una fiesta y ponen en peligro la salud de muchos? ¿Qué tendría que cambiar en la educación para que los niños, como Jorge, no desearan parar el tiempo para empezar de nuevo, porque lo que han recibido de nosotros no les sirve?
Lo cierto es que con la respuesta de Jorge se agolparon en mí muchos interrogantes y me provocó un deseo de modificar el espacio. Si Jorge quería controlar el tiempo, yo deseé dominar el espacio para viajar telemáticamente hacia donde él estaba con el único fin de abrazarle muy fuerte.
Jorge no pudo parar el tiempo y yo no pude dominar el espacio, pero juntos si podemos soñar un futuro y luchar por un mundo mejor. Esto sí es un sueño posible, realizable. Jorge jugará al futbol con sus amigos y yo le abrazaré.
Yo, ahora, muestro mi deseo que no es más que la pretensión de que se unan a nuestro sueño muchos niños y muchos adultos para entre todos hacer un mundo mejor. La educación es la varita mágica que puede hacer posible que este sueño, este deseo, se haga realidad.