Revista Humanizar

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La fortaleza de los vínculos

Número 170, Mayo-Junio 2020

Tiempo de enfado para algunos pequeños

Yo observaba que a medida que iba contándome su situación, su tensión iba en aumento. Realmente Alejandro estaba muy enfadado. Imagino que hay muchos niños que están muy contrariados en sus casas. ¡Cuántas emociones se están avivando en los niños y adolescentes con este escenario! 

El enfado es como un volcán que todos tenemos dentro. Dentro del volcán hay fuego y el rescoldo de nuestros volcanes interiores nos mantiene con vida, porque nos da calor. La combustión del fuego de la contrariedad es buena porque nos hace sentir, vivir, percibir lo que necesitamos y lo que tenemos. 

Cuando llegan los problemas podemos azuzar ese calor interno que se aviva ante la diversidad y que puede llevarnos a tres situaciones. La primera es apagar el fuego con el jarro de agua fría del “me da igual, total para que si nos vamos a morir todos”. La segunda opción es avivar el fuego de la desesperación y quemar todo lo que hay a nuestro alrededor. Hemos activado el volcán de la rabia y arrasa. Se puede manifestar con afirmaciones como estás: “Toda la culpa es tuya. Ojalá…” y aquí la combustión puede extenderse a todo de manera destructora. Por último, está la opción tercera que consiste en utilizar la energía interior de nuestro volcán avivado para intentar resolver una situación difícil.

En la primera opción el frío, la indiferencia, la insensibilidad sustituye al calor. En la segunda opción todo se chamusca, todo se quema y la persona se carboniza con pensamientos negros, llenos de reproches y completamente condenatorios. En la tercera opción la persona tiene la habilidad de canalizar la energía calorífica para vencer la erupción. Solo en este caso el enfado ayuda a la persona a ser resiliente.

Explicar con cariño

Cuando le preguntaba a Alejandro por su rabia, me dijo que estaba tan enfadado que había dado una patada a una estantería y se había roto un adorno. El estallido y los gritos de Alejandro avivaron su fuego y el volcán interior de su madre expulsó una lava que envolvió el ambiente. La madre le castigó, le gritó y estuvieron a punto de arder los dos. 

¿Por qué nuestro pequeño Alejandro estaba tan enfadado? Porque está viviendo una situación muy anómala, extraña y para él incomprensible. Porque tiene miedo de que le pase algo a su papá y su mamá y no sabe cómo expresarlo. Porque necesita jugar, moverse, saltar y correr y está en una casa de cincuenta metros cuadrados. Porque su papá es conductor de autobús y tiene que ir a trabajar y escucha a su mamá darle consejos para que no le pase nada, con lo que aumenta su inseguridad y miedo. Porque está harto de ver la televisión y siempre lo mismo. Porque ve que su mamá está nerviosa. Porque ha empezado a hacerse pis en la cama y la mamá se enfada con él. Porque… 

¿Por qué está enfadada su mamá? Podríamos decir el porqué, pero basta que lo imaginemos. Le pasa lo mismo que a su hijo, pero desde la perspectiva adulta, la cual siempre es diferente a la de los niños. La frustración que provoca esta situación hay que examinarla. Solo desde la reflexión se puede ayudar a Alejandro.

Es importante explicarle con mucho cariño qué es lo que pasa. Hay que ayudarle a él y a todos los niños a utilizar el tiempo y no solo sentarles delante de la televisión para que no molesten. Tienen que pintar, tienen que cantar, pueden hacer múltiples juegos motrices, pueden sentarse con sus padres a jugar con los juegos de mesa tradicionales o modernos, es un buen momento para enseñarles a jugar al ajedrez, favorecer la lectura, hacer gimnasia con ellos dentro de casa y sobre todo, por encima de los muchísimos recursos que tenemos para ayudar a los niños, hay algo que los tranquiliza siempre, el cariño, la escucha, el tratar de comprenderlos, la empatía y el sentido del humor.

No perdamos el sentido del humor si queremos que nuestros niños salgan fortalecidos de esta crisis llamada coronavirus. 

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