Revista Humanizar

Somos cuerpo, también

Número 199, Marzo - Abril 2025

Cuidar, cuidando la intimidad

 

 

Cuidar, muchas veces, contempla adentrarse en momentos íntimos de la persona, como son el aseo, la higiene, la fisiología y otras actividades que solemos realizar en soledad. Cuando la capacidad funcional o mental cambia y es preciso contar con apoyos, esa parte del autocuidado pasa de ser totalmente privada a ser compartida. Ese proceso requiere de aceptación, adaptación, confianza y respeto.

 

Aceptación de la realidad, de la necesidad de ayuda, de la merma de algunas capacidades básicas, incluye a veces enfrentarse a los sentimientos de pérdida de la autoestima, precisa comprender la vergüenza inicial que puede aparecer cuando las necesidades fisiológicas no son controlables a voluntad y precisas de alguien que lo realice por ti. Aceptarlo puede ser un proceso duro y difícil en el que la persona se sienta humillada, avergonzada o amenazada si no lo hacemos con atención, serenidad y tacto.

 

 

Entrar en lugar sagrado

 

 

Adaptarse a las necesidades cambiantes, a las posibles transformaciones de nuestro cuerpo, es tarea compleja, aunque imprescindible. Rechazar los cuidados, negando la realidad, va a veces en detrimento de preservar la autonomía. Es importante  aceptar la ayuda y seguir potenciando los recursos y capacidades que se mantienen, adaptando el cuidado de forma realista.

 

Confianza mutua, llegar a un punto de encuentro en la humanidad compartida, reconocer que somos interdependientes, que nos necesitamos para sobrevivir, que damos y recibimos ayuda en un ciclo sin fin que da sentido a la vida. Conlleva la protección de la identidad personal y cultural para evitar incomodidad y sufrimiento en las personas.

 

Traspasar el pudor y la barrera física de otro ser humano precisa de un profundo respeto, entendiendo que estamos entrando en un lugar sagrado que todas las personas quieren conservar por ser un espacio íntimo y personal, decidiendo con quien lo comparten.   La desnudez se une a sentimientos como desprotección, desamparo, vergüenza y sensación de estar expuesto.

 

 

Respeto y compasión

 

 

Para entrar en ese espacio de intimidad física, necesitamos delicadeza, dar tiempo para que la persona no se sienta agredida o incómoda y perciba que importa, dar espacio privado y seguro, sin interferencias ni miradas ajenas, ofrecer compasión. En una palabra, dar calidez humana.

 

Entender esta realidad de la persona que precisa ayuda, preservar estos valores y trabajar con ellos, cuidando el cuerpo como parte inseparable de una persona única y valiosa, es la forma de acercarnos a la individualidad del ser que necesita apoyo y cuidados.

 

Las prisas, la falta de tacto y de respeto profundo, harán que la otra persona se sienta vulnerable, tratada como un objeto vacío ya de contenido. La serenidad, el enfoque en esa humanidad compartida, nos situarán en una perspectiva diferente que nos llevará a conservar y proteger la autoimagen de la persona y su dignidad. Elementos como un biombo, una cortina, cerrar la puerta o  utilizar una sala o habitación  separada, determinan la prioridad que otorgamos a la intimidad de cada persona.

 

 

Ética ante la fragilidad

 

 

Acercarnos a otro cuerpo que precisa de nuestra atención y de nuestras manos para el aseo, el peinado, el vestido, la higiene, etc. puede ser quizá el momento de mayor vulnerabilidad de otro ser. Entender que la imposibilidad de darte a ti mismo los cuidados corporales más básicos, es la situación humana en la que la fragilidad es más patente, nos puede ayudar a preservar esa intimidad, dotando a ese momento de los valores presentes en la ética del cuidado.

 

Cuando aseamos o bañamos, cuidamos de una persona, no de un cuerpo sin identidad, cuidamos de la parte física de un ser humano que sufre y  siente, entramos en la parte más privada del ser, hagámoslo siempre sintiendo la totalidad del otro, sin separar el cuerpo de la esencia como persona, sabiendo que es necesario dotar de respeto, delicadeza, privacidad y compasión cada acto de cuidado.

 

 

 

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