Somos cuerpo, también
Marzo - Abril 2025
El cuerpo lleva la cuenta

Recuerdo que hace unos meses, cuando ocurrió la tragedia de la DANA en Valencia, en una ocasión viendo por televisión las terribles imágenes del agua inundando calles y casas, y ante la mirada angustiosa de una madre que buscaba a su hijo, se me puso la “carne de gallina”. Prueba evidente que mi mente y mi cuerpo rechazaban ese horror y lo manifestaba a través de los sentimientos (pena, tristeza, impotencia…) y la reacción de mi cuerpo (piel erizada).
La psicología clásica consideraba a la persona humana como un ser constituido por partes -memoria, entendimiento y voluntad- insertado o encerrado (la psique se encuentra en la “cárcel” del cuerpo) en lo corpóreo. Así, habría que distinguir enfermedades de la mente y enfermedades del cuerpo, sin ninguna interacción o nexo entre sí. La salud estaría constituida por la armonía del cuerpo como cuerpo y la mente como mente. Si el equilibrio se rompiera surgiría la enfermedad: de la mente o del cuerpo.
Interacción mente-cuerpo
Aunque la relación psique-cuerpo ya está desarrollada en los primeros escritos hipocráticos, hasta finales del siglo XIX se mantiene esa dualidad. Es con la llegada del psicoanálisis (Freud, 1856-1939) cuando aparece el ser humano como una unidad cuerpo-mente. Las vivencias psicológicas y las corporales ya no se superponen o yuxtaponen, sino que se defiende la interacción de ambas realidades. Lo psíquico puede explicar las modificaciones corporales, y éstas pueden influir en el estado mental de la persona.
De esta manera se supera la tesis de la medicina mecanicista, que defendía la dicotomía psique-cuerpo y que se apoyaba en el principio de que, si “esta persona padece una enfermedad”, el objetivo de esta práctica médica era “curar dicha enfermedad”. A partir de Freud, aparece la medicina antropológica, que considera a la persona como un todo, y, parte del principio de que “esta persona está enferma”. Su objetivo será “curar a la persona”. Consecuencias: hay que tener presente la dimensión psicológica del enfermar y, además, hay que atender al enfermo como un todo (bio-psico-social-espiritual), no solamente a su parte enferma (hígado, riñón, depresión, etc.).
Una de las aportaciones más importantes, al respecto, es la de Damasio (1996)[1] , en su célebre libro El error de Descartes, que plantea su hipótesis del marcador somático. Este autor afirma que para tomar una decisión razonablemente sin emociones, valorando los pros y contra, se necesita mucho tiempo. Sin embargo, si nos fijamos en las emociones, cuando la decisión va a ser mala aparece en la mente un sentimiento desagradable, que se manifiesta a través del cuerpo. Este “marcador” funciona como una señal de alarma que nos induce a rechazar la opción pensada. Es decir, “los marcadores somáticos aumentan probablemente la precisión y la eficacia del proceso de decisión. Su ausencia la reduce. Si la sensación del marcador somático es positiva se convierte en una guía de incentivo”.
Así, pues, podemos afirmar, que, según esta teoría, las emociones son el resultado de la actividad sinérgica del sistema integrado por mente-cerebro y cuerpo. En definitiva, las emociones entran en la espiral de la razón y ayudan en el proceso de razonamiento en vez de perturbarlo. Así, el miedo consigue mantener a los seres humanos fuera de peligro. Es decir, las emociones permiten reaccionar con inteligencia sin tener que pensar de forma inteligente.
Las emociones favorecen el proceso adaptativo del ser humano a un medio adverso (el miedo, el asco, la sorpresa, etc.) y también pueden facilitar el crecimiento personal, y favorecer el vínculo con los otros.
Cuerpo y trauma
Podemos distinguir tres “cerebros”:
1-Cerebro reptiliano: los ganglios basales, el tronco del encéfalo y el cerebelo. Funciones de defensa y de supervivencia. Respuestas instintivas. Es de todo lo que hace un bebé: comer, dormir, defecar, llorar. Regula la respuesta ante los peligros. Respuestas simples e instintivas.
2-Sistema límbico: es el centro de las emociones, el monitor del peligro con respuestas simples e impulsivas y el juez sobre lo que es agradable y lo que es desagradable. El cerebro gracias a su plasticidad se forma en función de su experiencia. Neuroplasticidad.
El 1) y 2) componen el cerebro emocional.
3-Neocórtex: cerebro superior. Lóbulos frontales. Pensamiento abstracto. Lenguaje. Es el encargado de planificar y reflexionar.
Cuando aparece el trauma para llegar a la sanación hay que restablecer el equilibrio ente el cerebro emocional y el cerebro racional. Por esto, Bessel van der Kolk, (2015)[2] nos dice que para superar la adversidad es preciso no solo comprender el acontecimiento traumático, sino que se necesita “una terapia del sistema límbico”, que a través de “interocepción” (mirar sobre el estado interno de nuestro cuerpo) nos posibilite reconocer los sentimientos profundos que hay en nuestro interior.
Como bien dice Bessel van der Kolk, (2015)[3] “el trauma no es solo un acontecimiento que se produjo en algún momento del pasado; también es la huella dejada por una experiencia en la mente, el cerebro y el cuerpo. Esta huella tiene consecuencias permanentes sobre el modo en que el organismo humano logra sobrevivir en el presente”.
El trauma genera un cambio en la percepción de la vida y por esto no basta con facilitar su verbalización, sino que el cuerpo debe aprender que el peligro ya pasó y a vivir en la realidad presente.
[1] Damasio, A. (2019). El error de Descartes. Ediciones Destino
[2] Bessel van der Kolk Ibidem, ob. ct. p. 231
[3] Bessel van der Kolk Ibidem, ob. ct. p. 23